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9 señales de que tu salud mental te está pidiendo cambiar de trabajo

Yulia Dibrovska Chorna

Productividad feroz

Hace poco me saltó el anuncio de un mastermind de un gurú de internet de esos que ya forman parte de una nueva subespecie, que se llamaba justo así, “productividad feroz”. Porque no nos basta con querer trabajar en mil cosas al día, hacer carrera profesional, tener una familia de envidia, una casa de revista y a los hijos más exitosos que los del vecino. 

La sociedad nos dice que aún no somos todo lo productivos que podemos ser, debemos aspirar a una productividad mayor, superior, sublime, feroz. 

Así es como llegamos a un estado de vida parecido al día a día de un hámster, girando nuestra rueda infinita, sin parar y sin ser conscientes de que así… no llegaremos a ninguna parte. 

Nuestro cuerpo no es una máquina de productividad 24/7, feroz e incansable, es un ser vivo que tiene sus procesos, sus ciclos, sus horas de descanso, su equilibrio hormonal, mineral, vitamínico y un largo etcétera. 

El problema es que con tanta productividad feroz se nos ha olvidado cómo escuchar a nuestro propio ser, cuándo parar, cuándo descansar, cuándo apagar el móvil y dedicarnos a estar simplemente presentes. 

Nuestra mente es aún menos escuchada, preferimos estar siempre ocupados a pararnos a pensar hacia dónde tratamos de llegar girando una rueda que en realidad está en el mismo sitio. 

Cuando nuestra pobre mente castigada trata de enviarnos mensajes de que nuestro entorno laboral se ha vuelto poco saludable para nosotros, ¿cómo respondemos?

Nos evadimos.

Nos centramos aún más en el trabajo.

Pensamos cada momento en unas vacaciones que al final no reparan nada. 

La solución no llega y entonces, ¿dejamos el trabajo? No, como mucho, acudimos a un profesional para que nos recete pastillitas mágicas para dejar de sentir tanta ansiedad.

Al final del camino, porque tarde o temprano ya no puedes más, otro profesional te dice un claro: “debes dejar ese trabajo”.

Escucha las señales de tu cuerpo

Llegar el “burnout” o quemarse en el trabajo no es una cosa de un día malo, es el cúmulo de muchísimos momentos que van socavando tu bienestar poco a poco.

Al principio eliges ignorarlos, justificarlos y olvidarlos para seguir en la rueda, pero cada uno de ellos va aportando su granito que con el tiempo crece en una montaña que te aplasta.

¿Cómo ver esas señales y prevenir antes de curar una situación insostenible para tu salud mental?

Aquí te ofrezco 9 señales para que estés pendiente un poquito más de ti y de lo que pasa en tu interior:

  1. Desayunas ansiedad. Al principio los momentos de ansiedad parecen normales, ¿quién no se preocupa por su trabajo? El problema es que ahora ya no es un problema, es algo cotidiano cuando te despiertas en mitad de la noche, cuando te preparas para ir a trabajar, cuando en tu tiempo con la familia suena el teléfono…
  2. Dormir no repara. Cuando duermes porque toca, pero no sientes que descanses de verdad, todo tu cuerpo entra en modo supervivencia. No puedes concentrarte, estás con los ánimos por los suelos y estás perdiendo la ilusión hasta por lo que antes te encantaba. Si los fines de semana ya no te sirven tampoco de nada, el estrés crónico se ha vuelto tu compañero de vida. 
  3. Los virus lo saben. Ven un blanco fácil que no descansa, que está ansioso y tiene el cuerpo con las defensas de risa. Por si no bastara con los virus, tu propio cuerpo parece estar saboteándote con migrañas, dolores intestinales y toda clase de molestias. Aunque parezca mentira, tu trabajo tiene todo que ver en esto.

4. Ya no eres tú. Tu personalidad parece estar diluyéndose en un segundo planto, tus sueños y aspiraciones parecen valen muy poco. Tu trabajo absorbe no solo tu tiempo, sino también tu forma de ser y de relacionarte con los demás. 

5. El momento odiado. Pensar en ir a trabajar, sea en la modalidad que sea, te produce una sensación de tristeza y rechazo incomprensibles. Solo quieres pensar que ese trabajo no existe en tu vida. Lloras, sientes ansiedad al recordar que tienes que volver. Tanto sufrimiento no está bien, ¿verdad?

6. El frente siempre abierto. Las guerras de oficina no tienen por qué conllevar gritos, amenazas o insultos. A veces son murmullos, comentarios hirientes, desvalorización constante. Gota tras gota, van colmando el vaso. 

7. Trabajas por trabajar, pero sin emoción, sin el propósito de antes. Eso hace que no te sientas en paz con tu vida en general, contestes mal a tus seres queridos y sientas agotamiento mental en general. 

8. Eres invisible. Si llevas tiempo sin reconocimiento, sin oportunidades de crecer o sin que se te tomen en cuenta en decisiones relevantes, esa sensación de inutilidad puede deteriorar tu autoestima y aumentar el desgaste emocional.

9. Tu intuición ya te está hablando, solo escúchala. En el fondo ya sabes qué decisión debes tomar, pero aún te resistes a la idea, quieres justificar tu miedo a no tomar la decisión de dejar ese trabajo y salir a buscar otra cosa.

Ahora solo para y respira, escúchate y vive en coherencia con tu propio ser.

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